Lisardo Diaz Lobo, el "Correcaminos Solidario"
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Lisardo Diaz Lobo, el "Correcaminos Solidario"
Ruta de Plata, solidaridad de oro
El deportista allerano Lisardo Díaz, que corre la distancia Sevilla-Gijón pidiendo ayuda para niños con cáncer, entró en Asturias entre aclamaciones de sus vecinos
Una humilde pancarta, pegada sobre la pared de una casa en Collanzo, resumía el sentimiento de las decenas de alleranos que se apostaron en las cunetas de la carretera general para ver pasar corriendo a su vecino Lisardo Díaz: «Ánimo, Lisardo. Esto ya ta fecho», decía el pasquín. El atleta, que el pasado 20 de mayo salió de Sevilla para recorrer la Ruta de la Plata con el objetivo de recaudar fondos en la lucha contra el cáncer infantil, llegó ayer al Principado de Asturias por el puerto de San Isidro, por Aller, su concejo natal. Allí le esperaban todos: en Felechosa, en Cabañaquinta y sobretodo en el pueblo donde se crió, Collanzo (Díaz nació en Casomera), las zancadas solidarias del joven sumaron las fuerzas de los que le conocen y le quieren.
«Salir a la calle, que va a pasar el chaval de Casomera», gritaba Mari Luz Alonso a los clientes del restaurante de las Torres de Felechosa, que terminaban de comer. Eran las tres de la tarde y la lluvia aún respetaba el circular ritmoso del atleta. El coche que, a modo de avanzadilla, anunciaba la llegada de Lisardo paró frente al bar: «Está en el Puente Gallegos, llegará en unos minutos». Cinco minutos. Al final de la calle se vislumbra la figura atlética de Lisardo. Comienzan los aplausos y los gritos «Campeón», «Eres el mejor». El héroe local levanta la mano y saluda. Los ciclistas que le acompañan, también. «Lo que está haciendo este chaval tiene un mérito enorme. Además, para todos los alleranos es un orgullo saber que un vecino nuestro hace algo tan hermoso», apunta Alonso. Cuando mañana finalice su marcha, Lisardo habrá recorrido 960 kilómetros en doce días, a una media de 80 al día. Toda una proeza que a menudo tiene que luchar contra las condiciones meteorológicas. En la etapa de ayer no dejó de llover.
Los organizadores de la carrera de Díaz hablan entre ellos y anuncian: «Lisardo va muy bien, así que no pararemos a comer en El Pino, como estaba previsto, quiere ir del tirón a Cabañaquinta. Hay que avisar en Collanzo, porque le van a estar esperando». Y así es. Decenas de vecinos de la localidad donde Díaz se crió esperan en la calle, banderas asturianas al ristre, a que pase el atleta. Niños, mayores, amas de casa, trabajadores de las oficinas bancarias. Todos esperan con impaciencia al ídolo. «Lisardo, estamos contigo», se podía leer en una pizarra. Los fines de la marcha son solidarios y en Collanzo no faltaron los gestos de apoyo a la causa. Muchos vecinos echaron mano a la cartera y aportaron, con billetes la mayoría de ellos, su granito a la recaudación en la lucha contra el cáncer infantil. Llega Lisardo, cerca de las tres y media. Aplausos y mucha emoción. María Jesús Fernández no la puede reprimir, ni quiere. « Conocemos a Lisardo desde que ye un neñu. Es un auténtico campeón», explica Fernández. La carrera sigue.
En Moreda, y luego en Pola de Lena, políticos y seguidores se hacen fotos con el héroe de una Ruta de la Plata que el tesón de Lisardo ha convertido en oro. Hoy... a Gijón.
Hoy mismo sale una amplia entrevista en La Nueva España. A ver si la encuentro en la edición digital y os la pongo aquí.
Todo un ejemplo de deportista y sobre todo de persona.
Última edición por Dredg el Miér Jun 11, 2008 8:17 pm, editado 1 vez
Re: Lisardo Diaz Lobo, el "Correcaminos Solidario"
Pues he encontrado la entrevista. Aquí os la dejo.
«No importa que me digan loco los que están todo el día de brazos cruzados»
«Cuando acabé, una chica que tiene cáncer me mandó un correo, no quiero nada tangible, esa fue una buena recompensa»
Lisardo Díaz es capaz de correr dos maratones diarios y comportarse como si fuera lo más normal del mundo. Este allerano de 37 años lleva cerca de un lustro organizando carreras solidarias para recaudar fondos destinados a la lucha contra el cáncer infantil. La última de las pruebas lo ha llevado a correr la friolera de 900 kilómetros en tan sólo once días. Pese a las proezas heroicas Díaz asegura que es «un ser humano normal y corriente», por lo pronto han sido los aficionados los que le han puesto un mote de ficción, es el «Correcaminos Solidario».
-¿Cómo surgió la idea de llevar a cabo estas pruebas kilométricas para recaudar dinero en la lucha contra el cáncer?
-Después de que muriera mi madre hace cinco años de cáncer vi que era posible unir el deporte a la solidaridad, colaborar con las personas que están enfermas y así empezó esto. Hice una prueba en el concejo de Aller de 100 kilómetros, salió bastante bien recaudamos más de 3.000 euros y decidí que viendo que tenía acogida y que la gente respondía, hacer algo especial todos los años. Al año siguiente 225 kilómetros también en Aller, también otros 3.000 euros. La primera prueba recaudé dinero para la Asociación Española Contra el Cáncer, después ya me puse en contacto con Galbán y comencé a colaborar con ellos. Así empezó la aventura. El año pasado hice el Camino de Santiago desde Roncesvalles y este año Sevilla-Gijón por la Ruta de la Plata. El próximo tengo en mente varias cosas.
-¿Qué es lo más difícil?
-Físicamente es complicado, pero según pasan los días lo peor es el estado mental. Yo ya voy mentalizado del tiempo que tengo que estar corriendo, físicamente estoy preparado para soportarlo y sé que el cuerpo lo va a aguantar, pero hay momentos que sientes molestias o dolores que pueden ser de poca importancia, pero la mente como si fuese una autodefensa incrementa la molestia, el dolor, las ganas de dejarlo. En estos momentos, un ánimo, un apoyo o, simplemente, descansar para relajarse sirve para tomar un poco de aire. Este año me pasó en Calzada de Béjar. Lo pasé fatal, llevaba las piernas muy cargadas fue estar allí dos horas descansando, una mujer me dio un masaje y, aunque no fuera algo muy especial o profesional, uno y otro me ayudaron y pude arrancar. La preparación física es fundamental, pero para correr noventa kilómetros al día, si no estás preparado mentalmente no haces nada. Puedes echar muchas horas, pero en el momento que la cabeza te dice que no, es no.
-Corre un tramo de un par de horas, descansa unos minutos y va solo. ¿Qué le pasa por la cabeza cuando va dando zancadas por la carretera?
-Piensas en todo y no piensas en nada, aunque parezca extraño. Van pasando cosas por delante de los ojos y lo ves todo muy lejos. Hay momentos que vas concentrado y no ves nada, asfalto, asfalto, ves pasar a tu lado los árboles y que alrededor hay murmullos, pero no hay nada en concreto. Como si fueses en una burbuja. Y hay otras veces que por autodefensa vas pensando en gente que lo está pasando mal, que está en una silla de ruedas. Te sirve como acicate para no rendirte. Piensas, ellos tienen que aguantar todo el día con su enfermedad e, incluso, el resto de su vida y yo sé que mi sufrimiento son siete u ocho horas durante once días. Pero tampoco es bueno centrarse en nada concreto cuando corres, porque igual te quemas. A veces escuchas al que tienes al lado, pero tampoco intentas mantener una conversación para no desconcentrarte. En la última etapa de la Ruta de la Plata, que salimos de Pola de Lena, iba pensando mucho en el dolor, sobretodo al subir San Tirso, iba centrado en cómo pisaba. Me aislaba e iba concentrado en llegar.
-Cuando llegó al Alto de la Madera y se veía el mar a lo lejos, de vez en cuando usted echaba una ojeada. ¿Qué se siente, después de tantos días corriendo, cuando uno por fin ve el mar, el destino?
-Te sientes muy feliz, piensas, bueno, esto está hecho, se acabó.
-¿Es lo más emocionante?
-Sí, la sensación en todas las carreras es parecida. Cuando estas llegando a Santiago estás ahí, en el Monte del Gozo y ves a lo lejos a la ciudad, parece que hasta la hueles, pero aún quedan unos kilómetros y entonces tiras para adelante. El otro día, cuando vi Gijón a lo lejos me pasó lo mismo. Pero bueno, en el caso de la Ruta de la Plata tengo que decir que cuando vi Boñar y que Asturias ya estaba cerca me emocioné muchísimo.
-Uno de los momentos más sentidos de la Ruta de la Plata fue cuando paso por su pueblo Collanzo, en Aller.
-Estuve tentado de parar en Collanzo porque pensé que de Felechosa a Cabañaquinta había una tirada de 15 kilómetros que, a lo mejor, no podía con ellos. Pero me sentía bien y al final alargué la parada hasta Cabañaquinta. Si paro en Collanzo, en mi pueblo, entre la emoción de todos no salgo de ahí. Ya me pasó, casi en Cabañaquinta. Íbamos a bajar por Pajares, pero después consultamos planos y vimos que Aller, Mieres y Morcín también entraban dentro del ámbito de la Ruta de la Plata y entonces dije: «Pues por mi concejo». Sabía que esos 20 kilómetros iban a ser muy especiales.
-El apoyo de la gente de tu pueblo es incontestable. Pero ¿qué pasa en Castilla?
-Se hace muy largo, la cabeza lo pasa peor. No es como aquí, que hay casas y pueblos. Cruzar Extremadura o Andalucía, tiras 25 kilómetros y no ves un alma.
-A medida que transcurre la carrera, ¿nota que se va conociendo su proeza?
-En el momento que los medios de comunicación se empiezan a hacer eco de la carrera, notas cómo la gente te saluda, los coches te pitan. Te llaman, te animan y ves que la historia va para adelante.
-Siempre va acompañado de un grupo de compañeros que lo apoyan en todo.
-Les estoy agradecidísimo a Manolo, a Pepe a Tomás a José a Lalo? Ellos forman parte de la historia, sin ellos no lo podría hacer nunca. Sabes que los tienes ahí y que te apoyan. Y la ayuda del fisioterapeuta es increíble. Si la Ruta de la Plata la hago solo, cascaría. También es verdad que me tienen que aguantar mucho. Hay etapas muy duras. Y claro, cargo contra los que tengo cerca.
-¿Qué piensan la familia, los amigos? ¿Qué opina de los que dicen que está loco?
-Hay mucha gente que quiere que lo deje, me dicen que a ver si me va a pasar algo, que en el futuro me puede pasar factura pero bueno, yo siempre digo lo mismo, no pienso en el futuro, me gusta mirar el día a día y mientras el cuerpo aguante seguiré haciéndolo, primero porque quiero seguir ayudando. Lo de estar loco o no. Hay gente que lo dice con cariño y otros que no. A los que lo dicen con cariño los entiendo, a los que lo dicen sin él en cierto modo también, porque son personas que no hacen nada por la vida más que estar todo el día con los brazos cruzados y tampoco me importa su opinión. Colón o Galileo fueron algunos locos famosos.
-Usted empezó en bicicleta?
-Hice ciclismo, duatlón pero disfruto mucho más haciendo esto, aunque la gente diga que son burradas. Yo encontré la felicidad en esto. Cuando empecé a hacer ciclismo pensé que iba a ser profesional de la bici pero el destino me llevó a esto. Siempre pienso que lo que hacía la finalidad era esta. Me gusta decir una frase de John Lennon: «La vida es lo que te va pasando mientras piensas en hacer otras cosas». Yo estoy contento. El domingo, después de acabar la carrera, Beatriz una chica que tuvo cáncer me mandó un correo electrónico y lo que me contaba compensa cualquier sufrimiento. Ella es una superviviente, no necesito ningún premio tangible, sólo palabras así.
-Sus dos hijos son muy pequeños, pero ¿qué creen que pensarán cuando crezcan y sepan lo que hace su padre?
-Ahora ven que su padre corre. El día de mañana, cuando lo comprendan, seguro que estarán muy felices.
-¿Cómo entrena?
-No hago muchas horas, pero es que tengo mucho fondo.
-¿Una persona que entrene fuertemente puede llegar a correr como usted?
-Si se entrena puedes llegar, pero hay que tener una genética. Puedes estar físicamente preparado pero el cuerpo también puede decir basta. El soporte físico de los músculos, de los tendones es importantísimo. Hay gente que puede tener mucha velocidad pero que no aguantaría dos días corriendo. Hay que compaginar ambas cosas y que estén en equilibrio.
-¿Qué proyectos tiene?
-Me apetece hacer una prueba desde aquí al extranjero a París o a Berlín, pero necesitaría mucha más infraestructura, muchos más apoyos. También hablé con Tomás, mi fisioterapeuta sobre la posibilidad correr por el desierto o en el Polo Norte.
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